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HISTORIA

EL GRAN INCENDIO (3)

 
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Domingo

El incendio comenzó en la panadería de Thomas Farriner en Pudding Lane, poco después de la medianoche del domingo, 2 de septiembre. La familia se encontraba atrapada en el piso superior, pero logró llegar hasta la casa vecina por medio de una ventana, a excepción de una sirvienta que estaba demasiado asustada como para intentar pasar por esa ventana, y se convirtió en la primera víctima. Los vecinos trataron de ayudar y apagar el incendio.

Mapa mostrando la zona dañada por el incendio de Londres
Daño aproximado de los daños del fuego en
domingo 2 de septiembre en 1666

Después de una hora llegaron los aguaciles y consideraron que sería mejor que las casas colindantes fueran demolidas, y así evitar la propagación. Los propietarios de esas casas protestaron, y se convocó al Alcalde, Sir Thomas Bloodworth, quien era el que tenía la autoridad. Cuando el alcalde llegó, las llamas ya estaban consumiendo las casas colindantes, así como los almacenes de papel y tiendas de productos inflamables que había cerca del río. Los bomberos más experimentados clamaron por la demolición, pero el alcalde se negó, argumentando que la mayoría de las casas o locales eran alquilados y los propietarios no se encontraban allí.

Por lo general se pensaba que Sir Bloodworth fue nombrado para el cargo de Alcalde como “Yes Man (Ayudante)” más que como una persona con capacidades para un trabajo como ese, ya que le entró el pánico cuando se enfrentó a este tipo de emergencia repentina. Después de que la ciudad fuera destruida, Samuel Pepys, mirando hacia atrás en los hechos, escribió en su diario el 7 de septiembre de 1666 que la gente, en general, lloraba por la estupidez del señor alcalde.

Retrato de Samuel Pepys
Samuel Pepys (1633-1703) pintado por John
Hayls en 1666, el año del Gran Incendio

En la mañana del domingo, Pepys, quien fue un alto funcionario de la Oficina de la Marina, subió a la Torre de Londres para ver el fuego desde una torreta, y registró en su diario que el viento del este había cambiado hacia el incendio. Se habían quemado varias iglesias, unas 300 casas y el fuego ya había alcanzado el río. Las casas del Puente de Londres estaban ardiendo. Cogiendo un barco para inspeccionar la destrucción en los alrededores de Pudding Lane, Pepys describió un fuego “lamentable”, donde todo el mundo trababa de sacar sus bienes, y los arrojaba al río. La gente pobre permanecía en sus casas hasta que el fuego llegaba a tocarles, y corrían hacia los barcos, o trepaban por unas escaleras por una parte del agua hacia la otra.

 

Pepys continuó hacia el oeste por el río a la corte de Whitehall, “donde la gente venía hacia mí, y les daba cuenta de la consternación de todos, siendo estas palabras llevadas hasta el rey. Así que fui llamado, y les conté al rey y al duque de York todo lo que había visto, y a menos que el rey no mandara derribar casas nada podría parar el fuego. Parecían muy preocupados, y el rey me mandó que fuera hasta el Alcalde en nombre de él, y ordenó que no escatimara en casa y que las derribara”. El hermano de Charles, el duque de York James, ofreció el uso de la Guardia Real para ayudar en la extinción del incendio.

Una  milla al oeste de Pudding Lane, por las escaleras de Westminster, el joven William Taswell, un estudiante que se había escapado del servicio de la mañana en la Abadía de Westminster, vio algunos refugiados llegando en barcazas, sin ropas y cubiertos sólo por algunas mantas. Los servicios de las barcazas resultaron ser, de repente, extremadamente caras, y únicamente los refugiados más afortunados podían asegurarse una plaza en dichas barcazas.

El fuego se extendió rápidamente en la dirección del viento. A media mañana del domingo, la gente dejó de intentar extinguir el fuego y huyeron. El movimiento de esa gente y todos sus bultos hacían imposible que los bomberos se acercaran con sus carruajes. Pepys tomó un coche para volver a la ciudad desde Whitehall, pero únicamente llegó hasta la catedral de St. Paul donde salió caminando.

En ese momento vio carretillas con mercancías y muchos peatones agobiados en un lugar todavía lejos del fuego. Las iglesias parroquiales que no estaban directamente amenazadas se iban llenando de muebles y objetos de valor, los cuales tendrían que trasladarse después más lejos. Pepys encontró al alcalde Bloodworth intentando coordinar los esfuerzos de lucha contra incendios al borde del colapso, “como una mujer desmayándose”, gritando lastimeramente en respuesta al mensaje del rey de derribar las casas. “Pero el fuego nos alcanza tan rápido que no tenemos tiempo de derribarlas”. Aferrándose a su dignidad cívica, el alcalde rechazó la oferta que James, el duque de York, sobre los soldados y se fue a casa a dormir. El rey Charles II navegó desde Whitehall en la barcaza real para inspeccionar la escena. Se encontró que las casas todavía no habían sido derribadas, y audazmente hizo caso omiso de la autoridad de Bloodworth ordenando la demolición de toda la parte oeste de la zona del fuego. El retraso hizo que esta orden fuera inútil, ya que el fuego estaba fuera de control.

Por la tarde del domingo, 18 horas después de que dieran la alarma en Ludding Lane, el fuego se había convertido en una gran tormenta de fuego, la cual creó su propio tiempo o atmósfera. Una enorme eclosión de aire caliente sobre las llamas fue impulsada por un efecto de chimenea y ciertas construcciones redujeron las corrientes de aire dejando cierto vacío a nivel del suelo. El resultado de estos fuertes vientos hacia el interior no tendió a apagar el fuego, como podría pensarse, sino que esto aportó oxígeno fresco a las llamas, y la turbulencia creada por la eclosión hizo que el viento girara tanto hacia el norte como hacia el sur, direcciones del vendaval por donde todavía continuaba soplando.

Por la tarde, con su esposa y algunos amigos, Pepys se acercó otra vez por el río “¡y el fuego todavía sigue incrementándose!”. Ordenaron al barquero que fuera tan cerca del fuego como pudiera, aunque una parte del río estaba llena de una lluvia de gotas de fuego. Cuando esas gotas de fuego eran insoportables, el grupo se dirigió a una cervecería en la orilla sur y se quedaron allí hasta el anochecer pudiendo ver el fuego del Puente de Londres y el otro lado del río.

Lunes

Al amanecer del lunes 3 de septiembre, el fuego se expandió principalmente hacia el norte y oeste, y la turbulencia de la tormenta de fuego empujaba las llamas de manera más fuerte que el día anterior. La propagación hacia el sur estaba detenida por el río, pero había incendiado las casas del Puente de Londres, y amenazaba con cruzar el puente y poner en peligro del municipio de Southwark, en la orilla sur del río. Pero Southwark fue preservado por un cortafuego que ya existía en el puente, un hueco entre dos edificios que ya había salvado la zona sur del Támesis en el incendio de 1632, y que ahora volvió a servir para lo mismo. El fuego se extendió hacia el norte alcanzando el corazón financiero de la ciudad. Las casas de los banqueros en la calle Lombard empezaron a arder en la tarde del lunes, lo que provocó una avalancha para conseguir monedas de oro, por lo tanto algo tan crucial para la riqueza de la ciudad y la nación tendía a desvanecerse. Varios observadores hacen hincapié en la desesperación y la impotencia que parecía apoderarse de los londinenses en este segundo día, así como la falta y escasez de esfuerzos para salvar a los ricos, o a los distritos de moda que ahora estaban amenazados por las llamas, como los edificios de Royal Exchange, la bolsa o los centros comerciales. El Royal Exchange se incendió por la tarde.

Evelyn vivía a unos 6 kilómetros fuera de la Ciudad, en Deptford, y por ello no vio las primeras etapas del desastre. El lunes, uniéndose a otras personas de las clases altas, fueron en autobús hacia Southwark para ver la visión que Pepys había visto el día anterior de la ciudad en llamas al otro lado del río. En ese momento el incendio era mayor; “toda la ciudad en llamas cerca de la orilla del río, todas las casas del Puente de Londres, todas las calles del Támesis hacia Cheapside estaban consumidas”. Al atardecer, Evelyn informó que el río estaba cubierto de barcazas y barcos sacando mercancías del lugar. Observó un gran éxodo de carros y peatones a través de las estrechas puertas de la ciudad, para llegar a los campos abiertos del norte y del este, “los cuales se esparcían en kilómetros con todo tipo de muebles, y levantaban tiendas de campaña para albergar a las personas y aquello que pudieran llevar consigo, ¡¡Oh, que espectáculo de miseria y calamidad!”.

Mapa mostrando daños el 3 de septiembre
Daños aproximados el lunes 3 de septiembre

La sospecha de que el fuego no fue accidental surgió en la ciudad. Los vientos giraban llevando chispas y partículas en combustión a largas distancias alcanzando techos de paja y madera, causando incendios en viviendas creándose el rumor de que nuevos fuegos se estaban estableciendo a propósito. Los extranjeros fueron inmediatamente tratados como sospechosos debido a la actual Segunda Guerra Anglo-Holandesa.

Periodico con articulo sobre el gran incendio de Londres
El London Gazette del 3 de septiembre de 2010, una página que habla del Gran Incendio

Como el miedo y la sospecha aumentaron el lunes, circularon rumores de una inminente invasión, y ciertos agentes secretos extranjeros fueron vistos lanzando bolas de fuego dentro de las casas, o cogiendo granadas de mano o cerillas. Hubo una oleada de violencia callejera. William Taswell vio a una multitud saquear la tienda de un pintor francés y tirar todo por el suelo, y vio horrorizado como un herrero se acercaba en la calle a un francés y le golpeaba en la cabeza con una barra de hierro. El miedo al terrorismo recibió un impulso extra con las comunicaciones y las noticias que informaban de todas las instalaciones que habían sido devoradas por el fuego. La Oficina General de Correos en la calle Threadneedle Street, por la cual pasaba todo el correo del país, se quemó en la madrugada del lunes.

El periódico “London Gazette” sólo logró poner su edición del lunes ante los locales de la imprenta antes de que esta ardiera en llamas (esta edición hablaba fundamentalmente sobre chismes de sociedad, con una pequeña nota sobre el incendio que había estallado en la mañana del domingo). Toda la nación dependía de estas comunicaciones, y el vacío que dejó se llenó de rumores. Hubo alarmas también religiosas de la renovada “Gunpowder Plots (unos atentados fallidos de asesinato contra el rey James I de Inglaterra y VI de Escocia por un grupo de católicos liderados por Robert Catesby)”. Como las sospechas aumentaron el pánico y la paranoia colectiva del lunes, tanto los Grupos Entrenados como la guardia Coldstream se centraron menos en la extinción del incendio y más en detener o rescatar de las multitudes rabiosas a los extranjeros, católicos o a cualquier persona que pudiera resultar sospechosa.

Los habitantes, especialmente los de clase alta, estaban cada vez más desesperados por retirar sus pertenencias de la Ciudad. Esto proporcionó una fuente de ingresos para la gente pobre, quienes se contrataban como porteadores o cargadores, y especialmente a los propietarios de carros y barcos. Alquilar un carro costaba un par de chelines el sábado antes del incendio, y el lunes alcanzó las 40 libras, una pequeña fortuna (equivalente a unas 4000 libras del año 2005). Aparentemente cada propietario de carro o de barco intentaba entrar dentro de la ciudad para aprovecharse de esta oportunidad, y los carros entraban a empujones por las estrechas puertas de la ciudad junto con el pánico de la gente que quería salir.

Retrato de John Evelyn
John Evelyn (1620-1706) en el año 1651

El caos en estas puertas fue tal que los magistrados ordenaron cerrar las puertas en la tarde del lunes, con la esperanza de retirar la atención de los habitantes en la salvación de sus propias posesiones y centrarla en la extinción del fuego. Esta medida precipitada no tuvo éxito y fue revocada al día siguiente.

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A pesar de que el orden en las calles se rompió, sobre todo en las puertas de la ciudad, y el fuego continuó sin control, el lunes marcó el inicio de una acción organizada. Bloodworth, quien como Alcalde era responsable de la coordinación de la lucha contra-incendios, había dejado aparentemente la ciudad. Su nombre no es mencionado en ninguno de los relatos contemporáneos de los eventos del lunes. En este estado de emergencia, Charles hizo de nuevo caso omiso de las autoridades de la ciudad y puso a su hermano James, Duque de York, a cargo de las operaciones. James estableció puestos de mando en todo el perímetro del fuego, y ordenó que cualquier hombre, de las clases más bajas, que se encontrara en las calles formaría parte de los bien-pagados equipos de extinción. Tres cortesanos fueron puestos a cargo de cada puesto, con la autoridad del porpio Charles para ordenar demoliciones. Este gesto visible de la solidaridad de la Corona tuvo la intención de evitar recelos por parte de los ciudadanos sobre su responsabilidad del derribo de casas. James y sus guardias se acercaron a las calles el lunes, rescatando a extranjeros de entre las multitudes e intentando poner orden. Un testigo escribió en una carta del 8 de septiembre: “El duque de York ha ganado los corazones de las personas con su infatigable esfuerzo por ayudar y apagar el fuego”.

En la tarde del lunes, se desvanecieron las esperanzas de que las paredes de piedra del castillo de Baynard, Blackfriars, la parte occidental de la Torre de Londres, podrían contener el curso de las llamas. El histórico palacio real se consumió completamente, quemándose durante toda la noche.

Un relato contemporáneo dice que, ese día o más tarde, el rey Charles II en persona ayudó a arrojar agua a las llamas y ayudar demoliendo edificios para hacer cortafuegos.

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