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HISTORIA

EL GRAN INCENDIO (2)

 
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Sistemas contra-incendios del siglo XVII

Los incendios eran comunes en la abarrotada ciudad hecha de madera con sus chimeneas, velas, hornos y almacenes de combustibles. No había policía o departamento de bomberos a quien poder llamar, pero la milicia local de Londres, conocida como las “Bandas Entrenadas”, estaban en un principio disponibles para emergencias generales, y encargarse de los incendios era uno de sus deberes patrullando las calles durante las noches. Existían procedimientos comunitarios para hacer frente a los incendios, y por lo general eran eficaces.

Dibujo apagando el fuego del Incendio de Londres
Imagen donde se ven los ganchos que usaban para derribar edificios y hacer cortafuegos. La imagen ilustra un incencio en Tiverton, Devon, Inglaterra 1612

Dibujo de antiguo camion de bomberos
Imagen donde se puede ver el pequeño y poco
manejable camión de bomberos de la época

Los ciudadanos eran alertados de un incendio peligroso en una casa con un estruendo sordo de las campanas de la iglesia, y se congregaban a toda prisa para combatir el fuego.

Los métodos disponibles eran la demolición y el agua. Por ley, la torre de la iglesia de cada parroquia tenía que tener equipo para poder realizar estos esfuerzos con cosas como escaleras largas, cubos de cuero, ejes o una especie de anzuelo para poder derribar edificios.

A veces, los edificios más altos eran arrasados y derribados de forma rápida y eficaz por medio de explosiones de pólvora. Esta forma drástica de construir cortafuegos fue muy utilizada al final del Gran Incendio, e historiadores modernos creen que fue lo que finalmente consiguió apagarlo.

 

Fracasos en la lucha contra el fuego

El Puente de Londres, la única conexión física entre la ciudad y la orilla sur del río Támesis, estaba cubierto de casas y fue señalada como una trampa mortal en el incendio del año 1632. Al amanecer del domingo, las casas del puente estaban ardiendo, y Samuel Pepys, observando las llamas desde la Torre de Londres, registró una gran preocupación por sus amigos que vivían en el puente. Hubo el temor de que las llamas cruzarían el Puente de Londres amenazando al municipio de Southwark, en la orilla sur, pero este peligro fue evitado abriendo un espacio entre los edificios del puente a modo de cortafuegos. Las murallas romanas de 5,5 metros de alto que encerraban la Ciudad ponían en riesgo a los ciudadanos de ser encerrados dentro de un infierno. Una vez que el frente del río estaba en llamas, la vía de evacuación por barco era imposible, quedando como única salida las puertas de la muralla. Durante los primeros dos días, pocas personas tenían la intención huir de la Ciudad en llamas, y se dedicaban a llevar sus pertenencias a lugares seguros cercanos, en muchos casos la iglesia o el recinto de la Catedral de St.Paul, con la intención de volver a sus hogares unas horas más tarde. Hay quienes trasladaron sus pertenencias cuatro o cinco veces en un solo día. La percepción de la necesidad de ir más allá de las murallas sólo echó raíces en la tarde del lunes, y entonces hubo escenas de pánico en las estrechas puertas, así como refugiados angustiados tratando de sacar sus carros y caballos.

El factor crucial que frustró a los esfuerzos contra-incendios fue la estrechez de las calles. Incluso en circunstancias normales, la combinación de carros y peatones provocaban numerosos atascos de tráfico e incluso la paralización del mismo. Durante el incendio, los pasos estaban bloqueados por refugiados que acampaban allí junto con sus pertenencias rescatadas, o había constante paso de gente, por lo que los equipos de demolición y los equipos de bomberos lucharon en vano para moverse por esos pasos.

La demolición de las casas que se encontraban en la zona contraria de donde venía el viento se solía hacer con ganchos o con explosivos, obteniendo resultados efectivos para la contención del incendio.

Esta vez, sin embargo, la demolición fue retrasada fatalmente varias horas por la falta de liderazgo del Alcalde y el fallo al no dar las órdenes necesarias. El fuego  había devorado muchas casas, y los trabajadores de las demoliciones no podían alcanzar la zona con esas calles abarrotadas.

El uso del agua para extinguir el fuego también fue bastante frustrante. En principio, había agua disponible por un sistema de tuberías que suministraban a 30.000 viviendas a través de una torre alta de agua en Cornhill, la cual se llenaba con agua del río. A menudo era posible abrir una tubería cerca de un edificio en llamas y conectarlo a una manguera para apagar un incendio o rellenar cubos. Además, Pudding Lane estaba cerca del río. Teóricamente, todos los callejones desde el río hasta la panadería y los edificios colindantes podían haber sido ocupados por dos filas de bomberos que podían haberse pasado cubos llenos de agua. Pero esto no sucedió, o al menos esto no estaba ocurriendo cuando Pepys observó el fuego desde el río a media mañana del domingo. Pepys comenta en su diario que nadie trataba de apagar ese fuego, y en vez de ello la gente huía de miedo llevándose todas sus cosas. Las llamas se movieron sigilosamente hacia el frente del río y pronto se quemaron los almacenes a lo largo de los muelles. El incendio resultante, no sólo cortó a los bomberos el suministro inmediato del agua desde el río, sino que también prendió fuego a las ruedas de agua que había debajo del Puente de Londres las cuales bombeaban agua a la torre del agua de Cornhill. El acceso directo al río y el suministro de agua corriente fallaron al mismo tiempo.

Londres poseía tecnología avanzada para la extinción de incendios en forma de camiones de bomberos, los cuales fueron usados en los anteriores incendios a gran escala. Sin embargo, a diferencia de los útiles ganchos para derribar edificios, los grandes sistemas de bombeo rara vez eran flexibles o lo suficientemente funcional para que fueran realmente útiles en algunas situaciones. Sólo algunas de esas bombas tenían ruedas, y otras estaban montadas en una especie de trineos. Tenían que ser trasladadas durante un largo camino, por lo que muchas veces llegaban tarde, y las mangueras tenían limitado el alcance. En esta ocasión, hubo un número desconocido de camiones de bomberos, tanto con ruedas como sin ellas, que llegaron hasta la ciudad. El agua corriente que podía haberse utilizado falló, aunque todavía había partes de la orilla del río que podía alcanzarse. Como los hombres trataban desesperadamente maniobras los camiones hasta el río para llenar los depósitos, varios de esos camiones cayeron al río. El calor de las llamas era demasiado grande como para acercar los camiones demasiado, por lo que los camiones ni siquiera pudieron entrar en Pudding Lane.

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DESARROLLO DEL FUEGO

La experiencia personal de muchos londinenses durante el incendio se puede ver en ciertas cartas y memorias. Los dos cronistas más famosos de la Restauración, Samuel Pepys (1633-1703) y John Evelyn (1620-1706), registraron los sucesos y sus propias reacciones día a día, e hicieron grandes esfuerzos para mantenerse informados de lo que estaba ocurriendo en toda la ciudad, e incluso más allá. Por ejemplo, ambos se desplazaron al parque Moorfields en la zona del norte de la ciudad el miércoles – el cuarto día- para ver el campamento de refugiados, algo que les conmocionó. Sus diarios son las fuentes más importantes de todos los relatos modernos de la catástrofe. Los libros más recientes sobre el fuego, hechos por Tinniswood (2003) y Hanson (2001), también dependen de las breves memorias de William Taswell (1651-82), quien era un niño de 14 años del Colegio Westminster en el año 1666.

Después de dos veranos lluviosos en 1664 y 1665, Londres tuvo una excepcional sequía desde noviembre de 1665, y los edificios de madera fueron yesca después del largo y caluroso verano de 1666. El incendio de la panadería en Pudding Lane se propagó primero hacia el oeste, avivado por un vendaval oriental.

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